El aborto para prevenir el crimen
Seguridad Ciudadana (I)
"He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro"
En los ochentas, Nueva York se parecía mucho a la ciudad ficticia que le quitó todo a Paul Kersey, el personaje de Charles Bronson en Vengador Anónimo. Una ciudad desquiciada, infestada de todo tipo de crímenes, apolillada por una agobiante y gigantesca red de corrupción policial, con calles delimitadas por los antojos de las guerras de pandillas. En los noventas, todo cambió para bien. Las estadísticas más pesimistas hablan de una caída de 50%, algunas, las más positivas, hasta de 85% en algunos manifestaciones del crimen.
Lima no es Nueva York. No como la de antes, pero hay días, muchos días, en los que algunos de sus ciudadanos nos gustaría ser vengadores anónimos, por una tarde de viernes al menos. Lima no es ese Nueva York, pero cada día nos parecemos más. Y los ciudadanos no sólo estamos para reclamar derechos, lo que parece ser el único deporte en el que destacamos, sino también, y en la misma medida, para cumplir nuestros deberes y buscar las soluciones que le son esquivas al Estado.
Una sola cosa no cambió Nueva York. La convergencia de múltiples políticas paralelas lo hicieron.
Aunque inmensamente controversial, el aborto es una de esas teorías que explica la gran caída del crimen que transformó esa pesadilla charlesbronsoniana en la simpática y afable gran ciudad de la series modernas.
El fallo del Caso Roe contra Wade permitió, a partir de 1973 y con ciertas restricciones según el estado, el derecho ciudadano a recurrir a la interrupción voluntaria del embarazo o aborto inducido en Estados Unidos.

Relación aborto-crimen
Los resultados de la Comisión Rockefeller (Rockefeller Commission on Population and the American Future) presentados en 1972 eran claros: los hijos de las mujeres a quienes se les negó el aborto, registraron una mayor incidencia de tratamientos psiquiátricos, de dependencia a la asistencia pública y de comportamientos antisociales y criminales. Otros estudios independientes, realizados en otros países, mostraron resultados similares.
La lógica de la relación con la caída del crimen en Nueva York es la siguiente: si sumamos 18-21 años al año 1973-74, que es cuando los nacidos entonces alcanzarían la mayoría de edad y serían por tanto imputables, obtenemos 1991-1995, precisamente los años en los que comienzan las caídas dramáticas en los índices de crimen. En otras palabras, la ausencia en los noventa de chicos de 18-21 años de madres a las que se les permitió el aborto desde 1973, equivale a una cantidad menor de criminales y, por consecuencia, a un menor violencia criminal en los noventas.
Otra razones ayudaron también a este descenso. Una curiosa pero no por ello menos cierta teoría es que la generación de chicos que vivió en los noventa, un preámbulo de los chicos de hoy, creció junto con la televisión, los juegos de video y la irrupción del Internet. Ellos, por lo tanto, pasaron más tiempo en casa que las generaciones anteriores, solos o en grupos pequeños, creciendo frente a una pantalla pero no en la calle, expuestos a la influencia perjudicial de otros.
Un niño de un padre que entra y sale constantemente de Lurigancho por robo a mano armada y de una madre que vende ketes en la casa de un abuelo alcohólico y abusivo que los golpea, vivirá condenado y condicionado a permanecer en ese círculo, como un dalit encerrado en el último escalón del ineludible sistema de castas de la India. Rousseau versus Hobbes : ¿la naturaleza original del hombre es buena buena o mala o todo depende más bien de su entorno?

No faltarán excepciones, pero sin duda, la infancia de la gran mayoría de los que hoy atentan a diario contra nuestra libertad y nos roban la vida y las ilusiones, debe de haberse parecido mucho a la del ejemplo anterior. Prevenir un embarazo es mucho más complicado de lo que tantas ONG izquierdistas pretenden, la planificación y el control natalicio requieren una educación y capacitación constante, algo de lo que carece la mayor parte de ciudadanos y que el estado no ha podido nunca otorgarles.
Tener un hijo es un derecho inalienable de las personas. Pero no podemos pretender que cada concepción equivale a una alegría igual para todos los progenitores, para muchos es un paso más para seguir enterrándose en los lodos profundos de su miseria y una carga que no están ni dispuestos ni listos a llevar.
Desde cualquier perspectiva, cristiana o laica, acabar con una vida incipiente es, por lo menos, triste y nos recuerda el fracaso que somos como especie. Pero acaso no es más cruel traer al mundo un niño con enfermedades congénitas producidas por una madre drogadicta, en una familia donde reina la desidia y la pobreza, creciendo sin el más mínimo resquicio de amor y donde no tendrá casi ninguna oportunidad de ser un hombre entero. ¿No es más cristiano acaso, así como con la eutanasia, ahorrarles una condena segura, una infravida que no pidieron?
Una política abierta de abortos gratuitos, no será la solución mágica que convertirá Lima en Zúrich, pero será un paso más y tendrá sin duda, a largo plazo, un efecto positivo del que gozaremos todos los ciudadanos.